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Información general

Descripción
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La depresión es un trastorno mental que se caracteriza por un estado de ánimo bajo, la pérdida de intereses o de la capacidad para disfrutar de las cosas que antes producían placer, sentimientos de culpa, la falta de autoestima, trastornos del sueño o del hambre, sensación de cansancio y falta de concentración. La depresión puede ser aguda, aunque, a veces, puede ser crónica o presentarse de forma recurrente; en estos casos, el trastorno dificulta las actividades cotidianas, afecta al trabajo o a la vida escolar, y disminuye la capacidad para afrontar la vida diaria. 

Historia
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La depresión es uno de los trastornos psiquiátricos más antiguo documentado. Hasta hace poco tiempo esta enfermedad se conocía muy poco y tampoco existían herramientas para ayudar a las personas que la sufrían. Antiguamente, cuando predominaban las creencias religiosas y místicas en todos los aspectos de la vida, se usaban remedios mágicos, ya que se atribuían los síntomas a espíritus negativos o a factores sobrenaturales. 

Hipócrates (siglo V aC), considerado el padre de la medicina moderna, afirmaba que para tener salud las personas debían mantener equilibrados los cuatro humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra o melancolía; según él, un exceso de bilis negra provocaba tristeza o melancolía, nombre con el cual inicialmente se denominó a la depresión y con el que se la conoció durante siglos. Fue la primera vez que se atribuyó el estado depresivo a una enfermedad.

 

Durante la Edad Media (siglo VII), aparece un tratado de medicina árabe dedicado únicamente a esta enfermedad. Explica que el origen de la depresión se encuentra en factores físicos, pero también comenta que puede estar motivada por el miedo, la ira y el aburrimiento.

En el siglo XVI, durante el Renacimiento, André du Laurens, médico de la corte francesa, publica una obra muy destacada titulada Discurso sobre la conservación de la vista, las enfermedades melancólicas, los catarros y la vejez. Este médico llega a la conclusión de que la bilis negra puede llevar al hombre a un estado espiritual que le induce al estudio de la filosofía y la poesía; por este motivo se creía que el trastorno afectaba a artistas y que la enfermedad era una fuente de inspiración.

En el siglo XVII, un médico británico, Thomas Willis, critica la teoría de Hipócrates y la califica de desfasada. Llega a la conclusión de que la enfermedad está provocada por procesos químicos del cerebro. En el siglo XVIII, en Inglaterra, se habla de depresión propiamente por primera vez: Richard Blackmore, médico de la corte y poeta, afirmó que estar deprimido supone sufrir de tristeza.

Kraepelin, psiquiatra alemán considerado fundador de la psiquiatría moderna, y Freud, también alemán y psiquiatra, conocido como el padre del psicoanálisis, empezaron a estudiar en profundidad esta enfermedad durante los siglos XIX y XX.

Ya en 1960, Aaron T. Beck, psiquiatra americano que desarrolló la terapia cognitiva, defiende que el origen de la depresión reside en problemas mentales de procesamiento de la información.

A lo largo del siglo XX nació la biopsiquiatría, rama de la psiquiatría, estudia los mecanismos químicos y los neurotransmisores como posibles causantes de los trastornos del estado de ánimo. Con este cambio conceptual histórico y con la aparición de esta nueva rama de la psiquiatría, se han sustituido los hechizos y las brujerías para curar la tristeza por fármacos que actúan en el campo neuroquímico del cerebro y que modifican la comunicación interneuronal, y que logran unas mejoras objetivas en la curación y en la evolución de este trastorno.

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Epidemiología
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Según la OMS, la depresión es la cuarta causa de discapacidad en todo el mundo; en 2020 será la segunda causa, sólo superada por la cardiopatía isquémica.

Dentro del grupo de las enfermedades mentales, la depresión es la más frecuente. El año 2010 el 21,2 % de la población catalana de 15 años o más declaraba sufrir o haber sufrido depresión o ansiedad, según datos de la ESCA (Encuesta de Salud de Cataluña). La prevalencia aumentó un 17,5 % respecto al 2006. Debe tenerse en cuenta que los datos de la ESCA se refieren a información autodeclarada y que no siempre equivalen a casos reales de depresión diagnosticada, según los criterios de la IV edición traducida del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV, que es la sigla de su nombre en inglés: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría. En España, la prevalencia de la depresión es del 10 % del total de la población y afecta casi a 4 millones de personas. Si se compara con países como el Reino Unido o Irlanda, en España hay menos personas afectadas por depresión, puesto que la tasa en aquellos países es del 17 % y del 12,8 % respectivamente.

 

En Cataluña, en 2010, en centros de atención especializada ambulatoria de salud mental, se atendieron 22.781 personas residentes en Cataluña (3 personas por cada 1.000 habitantes), con el diagnóstico de depresión como motivo principal de consulta. La prevalencia de personas atendidas por este motivo en atención especializada ambulatoria es cuatro veces más elevada en mujeres que en hombres. La depresión es más frecuente en personas con familiares biológicos de primer grado —padres o hijos— con este trastorno.

La mortalidad por suicidio y la incapacidad laboral son los efectos principales asociados a la depresión. En 2009, hubo 412 muertes por suicidio. A pesar de que la depresión es más frecuente en mujeres, la mortalidad por suicidio es tres veces más elevada en hombres.

Se calcula que el 40-50 % de las personas afectadas llega a una remisión completa, el 25-30 % no responde al tratamiento, aunque sea el adecuado, y un 10-20% no tolera el tratamiento.

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Etiología
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Existen diferentes teorías que intentan explicar la causa o el origen de este trastorno, a pesar de que actualmente no hay ninguna teoría considerada como definitiva. Se sabe que en la aparición del trastorno y en su mantenimiento intervienen diferentes factores, considerados como factores de riesgo o desencadenantes, que no deben considerarse de forma aislada.

Entre estos factores podemos encontrar: 1. Factores biológicos y 2. Factores psicosociales.

 1. Factores biológicos.

Son una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo de la enfermedad. Pueden clasificarse en genéticos, bioquímicos, alteraciones del flujo sanguíneo cerebral y somáticos.

  • Factores genéticos. Se refieren a antecedentes familiares de patología afectiva. Se sabe que las personas con un familiar de primer grado con esta patología presentan una mayor predisposición a sufrirla que las personas que no tienen ningún antecedente.
  • Factores bioquímicos
  • Alteraciones del flujo sanguíneo cerebral o alteraciones en las estructuras cerebrales.
  • Factores somáticos: hacen referencia a afectaciones corporales, no psíquicas.
    • Enfermedades endocrinometabólicas, cardiovasculares, procesos tumorales e infecciosos, entre otros.
    • Tratamientos farmacológicos. En este caso la aparición de una depresión como efecto de un tratamiento farmacológico para otra afectación depende de la naturaleza de cada persona. Entre los fármacos principales destacan los anticonceptivos orales; el tratamiento con benzodiacepinas o la abstinencia de benzodiacepinas para tratar la ansiedad en las personas mayores; sobredosis o abuso de anfetaminas (estimulantes del sistema nervioso central); algunos antitumorales como la vincristina; antihipertensivos como el atenolol en dosis terapéuticas; el uso prolongado de levodopa para el tratamiento de la enfermedad del Parkinson en personas mayores; el interferón para tratar la hepatitis, la esclerosis múltiple o algunos tipos de neoplasias, o el uso continuado de corticoides.
    • Procedimientos terapéuticos como la radioterapia, intervenciones quirúrgicas o trasplante de órganos.

 

2. Factores psicosociales

  • Se trata de factores que dependen de la personalidad. Las personas perfeccionistas y pulcras, las autoexigentes, las personas hiperresponsables y las que dependen emocionalmente de los otros tienen un riesgo más alto de sufrir la enfermedad.
  • Acontecimientos vitales estresantes negativos, como por ejemplo la pérdida de un familiar cercano.
  • Experiencias adversas durante la niñez, por ejemplo la pérdida de uno de los progenitores antes de los 16 años o haber sufrido abuso sexual en la infancia.
  • Estrés psicofísico o cualquier circunstancia que induzca una respuesta del cuerpo y de la mente superior a la capacidad de la persona, como por ejemplo la sobrecarga laboral.
  • Falta de recursos psicosociales adecuados (falta de familiares, de grupo social, de asistencia sanitaria adecuada, etc.).
  • Frustración crónica, agotamiento, pérdida de valores, marginalidad, fracaso laboral, etc.
 
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Tipos
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Los trastornos del estado de ánimo tienen como característica principal una alteración del humor. Según el DSM IV se dividen en trastornos depresivos, trastornos bipolares y trastorno depresivo no especificado. Otro tipo de reacción depresiva, clasificada en el CIE 10 —clasificación internacional de las enfermedades mental— es el trastorno de adaptación.

 

Los trastornos depresivos se pueden clasificar en: 1. Trastorno depresivo mayor; 2. Distimia; 3. Trastorno depresivo no especificado y 4. Trastorno de adaptación.

 

1. Trastorno depresivo mayor

El trastorno depresivo mayor es un trastorno del estado de ánimo con síntomas afectivos, como por ejemplo la tristeza patológica, la irritabilidad o la sensación subjetiva de malestar, junto con síntomas de tipo cognitivo, volitivo o somático. En mayor o menor grado puede decirse que afecta a la funcionalidad de la persona, aunque que la esfera afectiva es la más afectada. Para diagnosticar depresión, es necesario que la persona cumpla los criterios diagnósticos del episodio depresivo mayor según el DSM IV TR.

Se habla de episodio único cuando ha habido un solo episodio depresivo mayor diagnosticado y de depresión mayor recurrente cuando ha habido dos o más episodios depresivos, con dos meses de diferencia.

Según la intensidad, los trastornos depresivos mayores se clasifican en leves, moderados o graves. A su vez, los graves pueden clasificarse según si aparecen o no síntomas psicóticos. Los síntomas psicóticos pueden ser congruentes o incongruentes con el estado de ánimo. Si los síntomas psicóticos son congruentes con el estado de ánimo, aparecen ideas delirantes relacionadas con sentimientos depresivos típicos, como la inutilidad o la culpa, con la enfermedad o con el nihilismo. Por otro lado, si los síntomas psicóticos son incongruentes con el estado de ánimo, es decir, sin relación con los síntomas depresivos, la persona que sufre el trastorno tendrá ideas delirantes de tipo persecutorio, como sentir que la siguen cuando sale a la calle; también puede sufrir inserción del pensamiento, y creer que sus pensamientos no son propios y que han sido implantados en su mente por otra persona, o también puede ideas de control, es decir, creer que su pensamiento está controlado por otros.

 

2. Distimia

La distimia o trastorno distímico es un trastorno afectivo o del estado de ánimo parecido al trastorno depresivo mayor, aunque los síntomas, son más leves y la duración de éstos comprenden un periodo de tiempo mayor. Las personas con distimia acostumbran a tener un estado de ánimo depresivo durante todo el día, la mayoría de días —según la persona afectada u otras personas del entorno— durante dos años como mínimo. Las personas con distimia también pueden experimentar episodios de depresión grave, aunque de forma muy puntual; estos casos se denominan de doble depresión.

 

3. Trastorno depresivo no especificado

Los trastornos depresivos no especificados no cumplen los criterios de trastorno depresivo mayor o de trastorno distímico en cuanto a la intensidad, a la duración o a la disfunción sociolaboral asociada a la sintomatología.

  • El trastorno disfórico premenstrual es un trastorno frecuente en mujeres en edad reproductiva. Los síntomas aparecen en la fase luteínica del ciclo menstrual y desaparecen con la menstruación. Estos síntomas son muy diversos, aunque los más frecuentes son físicos (fatiga, distensión abdominal y edemas), emocionales (irritabilidad, ansiedad y tristeza), cognitivos (disminución de la concentración y bajo rendimiento) y conductuales (impulsividad y aumento de la ingesta de alimentos ricos en hidratos de carbono). A partir de los 25 o 30 años se produce una agravación progresiva del trastorno: aparecen más síntomas o los existentes se manifiestan con mayor intensidad y, en consecuencia, provocan más interferencias personales y sociales. El tratamiento del trastorno durante muchos años ha sido la administración de progestágenos, aunque no hay estudios ni evidencias que demuestren que el uso de estos fármacos es efectivo. La segunda línea terapéutica son los inhibidores selectivos de la recaudación de serotonina (ISRS), puesto que son eficaces tanto para los síntomas físicos como para los psíquicos. También se han propuesto estrategias higienicodietéticas, como por ejemplo introducir en la dieta alimentos ricos en vitamina B, y realizar ejercicio físico, aunque sólo sea útil en los casos de síntomas más leves.
  • Trastorno depresivo menor. Se trata de episodios de dos semanas como mínimo de síntomas depresivos, pero con menos de cinco de los ítems obligatorios para hacer el diagnóstico de trastorno depresivo mayor.
  • Trastorno depresivo breve recidivante. Son episodios depresivos que duran de dos días a dos semanas y que se presentan como mínimo una vez al mes durante un año (en el caso de las mujeres, estos episodios no deben asociarse con los ciclos menstruales).
  • Trastorno depresivo postpsicótico en la esquizofrenia. Es un episodio depresivo mayor que se presenta durante la fase residual de la esquizofrenia.
  • Episodio depresivo mayor superpuesto a un trastorno delirante, a un trastorno psicótico no especificado o a la fase activa de la esquizofrenia.

 

Deben mencionarse los casos en que se diagnostica un trastorno depresivo, pero no se puede determinar si es primario, si está causado por una enfermedad o inducido por alguna sustancia.

 

4. Trastornos de adaptación

En la clasificación de problemas de salud mental recogida en el CIE 10, se mencionan los trastornos de adaptación. Estos trastornos comportan a la persona afectada un malestar subjetivo, acompañado de alteraciones emocionales que generalmente interfieren en la actividad social y que aparecen en el periodo de adaptación a un cambio biográfico significativo o a un acontecimiento vital estresante. El agente estresante que puede afectar la vida social de la persona puede ser alguna experiencia de luto, como por ejemplo la pérdida de seres queridos, un cambio de trabajo, el paro, separaciones de pareja, etc. Las manifestaciones clínicas del trastorno de adaptación son muy variadas, pueden incluir humor depresivo, ansiedad, preocupación excesiva, sentimiento de incapacidad para afrontar los problemas, para planificar el futuro o para poder continuar con la situación, etc. El cuadro suele iniciarse el mes posterior al cambio biográfico o al acontecimiento estresante, y los síntomas no suelen durar más de seis meses. Para que no haya complicaciones, deben ponerse en marcha los mecanismos psicológicos necesarios para hacer frente a la situación externa y, fundamentalmente, gestionar de manera adecuada las emociones a través de mecanismos de defensa adaptativos. Si este proceso no se lleva a cabo de forma adecuada, se puede complicar y dar lugar a trastornos más graves como depresión, trastornos de ansiedad, etc.

En situaciones de luto hay que manejar el proceso de manera adecuada, y no se aconseja tratar farmacológicamente los síntomas, puesto que se retrasa la elaboración y la aceptación de la nueva situación. Ante una situación estresante, ni todas las personas reaccionan del mismo modo, ni todas presentan trastornos adaptativos. La percepción de inseguridad, la visión pesimista del futuro, la cavilación de los problemas y más concretamente la creencia subjetiva de que no se tendrá apoyo de los familiares juegan un papel importante en la gestación de los trastornos de adaptación.

 

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Última modificación: 19/06/20 10:41h

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