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Información general

Descripción
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La supervivencia de un ser vivo depende de la capacidad para interaccionar con su entorno. Para ello, debe realizar una serie de movimientos, como coger alimentos y objetos, defenderse y protegerse de elementos externos, manipular instrumentos y relacionarse con otros seres vivos.

 

Estos movimientos corporales conllevan, además, una carga emocional. Las actividades relacionadas con los movimientos y el alineamiento corporal abarcan el conjunto de acciones voluntarias para elegir y mantener posturas adecuadas y hacer movimientos que permitan mantener las funciones fisiológicas, desarrollar las funciones sociales y fomentar la expresividad. Todas estas acciones contribuyen, pues, a mantener la integridad y el desarrollo de la personalidad. Las acciones voluntarias son tanto las que se realizan conscientemente como aquéllas que se llevan a cabo de manera automática y que han sido adquiridas mediante el aprendizaje, aunque, finalmente, sean controladas por la voluntad.

Estas acciones voluntarias incluyen, entre otras, la capacidad para desplazarse, sentarse, asearse, utilizar el inodoro, hacer presión abdominal, llevarse la comida a la boca, masticar, vestirse, respirar, protegerse, trabajar, practicar deporte, comunicarse, y expresarse mediante gestos, sensaciones, emociones y sentimientos.

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Capacidades biofisiológicas y psicológicas
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Los humanos y el resto de los animales vertebrados se mueven gracias a la fuerza de la contracción muscular, que impulsa los huesos. Los movimientos humanos comprenden actividades motoras gruesas y finas. Las actividades gruesas se refieren a los movimientos del tronco y de los miembros, por ejemplo, mantenerse sentado, estar de pie, volverse, caminar, coger objetos y moverlos.

 

Las actividades motoras finas comprenden:
  • los movimientos precisos de la mano y los dedos, por ejemplo, el movimiento que permite asir y manejar diferentes objetos –muchos de ellos esenciales en el autocuidado– o los movimientos que permiten otras actividades complejas, como coser o escribir. 
  • los movimientos oculares. 
  • los movimientos asociados al habla.

     
El movimiento es posible gracias a la unidad funcional del hueso y del músculo, controlada por el sistema nervioso central (cerebro y medula espinal) y el sistema nervioso periférico (nervios que van desde el sistema nervioso central hasta la placa motora de los músculos). Además, es necesaria la contracción muscular, que puede ser voluntaria o involuntaria. 
 
La influencia del sistema nervioso sobre los movimientos se puede clasificar en tres niveles jerárquicos:

  • Nivel de la medula espinal (inferior). Produce movimientos reflejos y automáticos, es decir, movimientos involuntarios que conforman patrones motores que pueden ser modificados por los niveles superiores. 
  • Nivel del tronco encefálico (intermedio). Produce movimientos automáticos y repetitivos desencadenados por algún estímulo. 
  • Nivel de la corteza cerebral (superior). Produce movimientos voluntarios variados, coordinados y precisos; para ello, son necesarios el aprendizaje y la memoria motora.


Para los movimientos involuntarios, se precisa que las fibras musculares tengan:

  • excitabilidad o capacidad de ser estimuladas; 
  • contractilidad o capacidad de responder contrayéndose; 
  • distensibilidad o capacidad para recuperar la longitud muscular de origen.

   
Los movimientos voluntarios son más complejos y precisan más organización; se inician en la corteza cerebral a partir de la información que se recibe de los órganos sensitivos (estímulos externos), del medio interior (estímulos internos) o a partir de los impulsos o los deseos. Para que se produzcan estos movimientos es necesaria la integridad de los nervios periféricos y el funcionamiento coordinado de los tres niveles jerárquicos, de manera que fluyan órdenes desde los niveles superiores a los inferiores.

En el nivel inferior se encuentran las neuronas motoras de la médula espinal. Tienen su soma o cuerpo en el asta anterior de la médula y sus axones terminan directamente en la placa motora del músculo

- Sistema nervioso / arco motor  

En la médula espinal se generan ciertos movimientos rudimentarios de tipo reflejo, denominados reflejos espinales. Algunos de estos reflejos contribuyen al mantenimiento del tono muscular, es decir, a conservar una ligera contracción sostenida en todos los músculos esqueléticos.

Así, por ejemplo, la gravedad hace que la cabeza y el tronco tiendan a ir hacia adelante y hacia abajo, y la única manera de que el cuerpo permanezca erecto es que los músculos ejerzan continuamente sobre los huesos una tracción opuesta. Gracias a este reflejo, la persona permanece erecta en estado de vigilia; es por eso que, si pierde la conciencia, no puede permanecer en esta posición y se desploma.

Otro de estos reflejos permite cierta relajación involuntaria de los músculos y contribuye a regular la tensión muscular, de modo que se evitan las contracciones excesivas de los músculos y los tendones.

El reflejo de flexión o de retirada, por ejemplo, es otro reflejo protector que actúa ante estímulos que pueden ser peligrosos o producir dolor.

En el nivel intermedio se localizan las estructuras que intervienen en el control y el ajuste del tono muscular, la regulación de la postura y el mantenimiento del equilibrio. A través de unas vías específicas, las estructuras del tronco encefálico adquieren el control sobre las respuestas motoras generadas en el nivel espinal.    
  
Aparte de estos movimientos involuntarios, en el tronco encefálico también se generan los movimientos automáticos, como la masticación, la deglución, la respiración y la marcha. Estos movimientos están producidos por grupos de neuronas que generan patrones de movimiento repetitivos y que se activan ante la estimulación de ciertos receptores. Por ejemplo, la colocación de alimentos en la boca desencadena una masticación rítmica, que no necesita un estado de conciencia permanente.

En el nivel superior, las estructuras de la corteza cerebral que intervienen en el movimiento se localizan en el área primaria y en el área secundaria. El área primaria envía órdenes directas, a través de la médula espinal, a los nervios periféricos y los músculos. En una zona del área secundaria, convergen las señales de varios sistemas sensoriales, que aportan información del entorno y del propio organismo. Esta información se interpreta en el nivel cerebral para poder tomar la decisión de iniciar el movimiento. El área secundaria está conectada con el sistema límbico –el cerebro emocional–, lo que explica que ciertos movimientos estén influenciados por la respuesta emocional; por ejemplo, una persona con un estado de ánimo triste se mueve con más lentitud y menos vigor. Otra zona de esta área secundaria tiene la función de ordenar, planificar y programar el movimiento, es decir, establece la secuencia de acciones necesarias para conseguir realizarlo. Finalmente, el área secundaria envía señales al área primaria, que definitivamente interviene en la ejecución del movimiento, ya que establece cuándo y cómo se van a contraer los músculos.

Así pues, desde la corteza cerebral se envían órdenes directamente a la médula y a las estructuras del tronco encefálico a través de la vía piramidal, de modo que el nivel superior controla los niveles intermedios e inferiores. Es por eso que una persona puede no mover el brazo ante un pinchazo y controlar, de este modo, el reflejo de flexión. El nivel superior también puede modificar movimientos generados en niveles intermedios y decidir, por ejemplo, masticar más despacio, andar más rápido, etc.

Niñas haciendo ballet


Las estructuras del nivel superior controlan los movimientos que requieren concentración o aprendizaje, pero, cuando estos movimientos se automatizan, pasan a ser controlados por estructuras del nivel intermedio. Las estructuras del nivel superior realizan, pues, funciones más complejas.

Los cambios emocionales aumentan el tono muscular y se reflejan, sobre todo, en el tono de los músculos faciales, aunque una persona con autoconocimiento y autocontrol puede no mostrar sus emociones. Por otro lado, resulta difícil establecer patrones sobre las contracciones de músculos faciales en relación con el tipo de emociones.

Además de estos sistemas ejecutores del movimiento, existen los sistemas moduladores, de los que son responsables el cerebelo y los ganglios basales.

El cerebelo funciona con los niveles jerárquicos de control muscular (inferior, medio y superior). Realiza actividades indirectas, ya que se encarga de modular (ajustar o modificar) la acción de las neuronas para adecuarla a la actividad que se lleve a cabo. El cerebelo actúa sobre el tronco del encéfalo (nivel intermedio) para modular los movimientos posturales, especialmente los movimientos rápidos necesarios para mantener el equilibrio. Con respecto a la corteza cerebral (nivel superior), envía órdenes motoras accesorias, para proporcionar una fuerza adicional que permita una contracción muscular rápida e intensa al inicio del movimiento, y excita los músculos antagonistas para que, al final de cada movimiento, actúen, en el momento exacto y con la fuerza adecuada, para detener el movimiento en el punto deseado. Algunas pruebas fisiológicas indican que el patrón de excitación/inhibición puede aprenderse. Por otro lado, el cerebelo, junto a la corteza cerebral, ayuda a programar las contracciones musculares necesarias para realizar la progresión desde el movimiento rápido hasta el siguiente movimiento rápido opuesto.

- Sistema nervioso : sistema nervioso central    
     
Los ganglios basales llevan a cabo el control motor por vías totalmente diferentes a las del cerebelo. Sus funciones más importantes son ayudar a la corteza cerebral a ejecutar patrones de movimiento aprendidos y ayudar a planificar patrones de movimiento paralelos y secuenciales para cumplir una tarea que requiera cierta habilidad. Estos patrones motores son, por ejemplo, los relacionados con escribir, lanzar una pelota, mecanografiar, recortar, etc. Además, los ganglios basales son necesarios para modificar los patrones de movimiento que controlan la rapidez de ejecución, la amplitud (por ejemplo, escribir letras grandes o pequeñas) y la cronología del movimiento.

Después del movimiento, la corteza cerebral se retroalimenta de la información que proporcionan los estímulos sensoriales sobre la contracción de los músculos y la longitud del movimiento, de modo que puede evaluar errores y corregirlos.

A pesar de los reflejos espinales y los patrones de movimientos automáticos, la movilidad de los músculos esqueléticos se puede controlar. En ocasiones, la corteza cerebral envía al músculo una orden para que se contraiga y, así, facilita o inhibe movimientos automáticos generados en centros inferiores controlados conscientemente. Así, por ejemplo, correr o andar son acciones automatizadas por el aprendizaje, pero de manera voluntaria podemos modificarlas para correr o andar más rápido o de una determinada manera.

En resumen, los patrones de movimiento corticales suelen ser complejos y aprendidos; mientras que los patrones espinales o medulares se establecen principalmente por la herencia genética.

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Aspectos socioculturales
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Los movimientos y las posturas corporales pueden considerarse manifestaciones socioculturales relacionadas con el cuerpo y su expresividad. Las circunstancias pueden permitir o inhibir ciertos movimientos o expresiones, por influencia de la estética y de la religión.

 

Las posturas como lenguaje cultural

Los movimientos y las posturas corporales adquieren diversas cualidades para responder a una determinada estética. Antiguamente, la educación más autoritaria, rígida, controladora y uniformadora ponía énfasis la “buena compostura”. Tanto padres como profesores corregían las posturas de los niños y, sobre todo, de las niñas; controlaban que no hicieran movimientos bruscos y que se sentaran y anduvieran con la espalda recta y la cabeza erguida, para ajustarse a la estética del “bien estar”, y, a la vez, contribuían a mantener un buen alineamiento corporal. En las últimas décadas, la estética ha cambiado; la necesidad de fomentar la individualidad a través del cuerpo ha tenido como consecuencia que niños, adolescentes y adultos no corrijan, en muchas ocasiones, sus posturas corporales inadecuadas. Una persona que se sienta con un alineamiento corporal adecuado y camina con la espalda recta puede ser catalogada como estirada, rígida, con aires de superioridad y ser calificada de rara o diferente. 

Comunicarse e interactuar socialmente: lenguaje no verbal

 

La actividad física es inherente a la supervivencia del hombre. Sin embargo, en los últimos años, el concepto de actividad física y las acciones que se le asocian se han modificado debido a los cambios tecnológicos y a la sociedad de mercado, hasta condicionar los hábitos de vida. Hasta hace unas décadas, la actividad física estaba asociada al trabajo, de modo que diferenciaba estratos sociales, según el grado de actividad física: los que hacían trabajos que requerían potencia física (clase social baja) y los que hacían su trabajo sin apenas esfuerzo físico (clase media o alta). Con esta clasificación, se asociaba menos esfuerzo físico a más preparación y cualificación profesional.

La tecnología ha introducido cambios importantes en la actividad laboral, donde la fuerza física y la potencia muscular han sido sustituidas por máquinas. En el ámbito doméstico, los electrodomésticos y otros adelantos han favorecido el descenso de energía y de esfuerzo físico que se invertía en las tareas del hogar; además, la mayoría de desplazamientos se hacen en vehículos, lo que también contribuye a una disminución de la actividad física. Todos estos elementos han favorecido el descenso de la actividad física y la aparición del sedentarismo.

Asociado a esta disminución de la actividad física, emerge el incremento de la tensión psicológica o estrés. Algunas investigaciones atribuyen al sedentarismo y al estrés la aparición de las nuevas epidemias de los siglos XX y XXI: la obesidad, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.

Evitar peligros y prevenir riesgos: Acción frente al problema


Las campañas de educación para la salud destacan la necesidad de mantener y promover la actividad física a cualquier edad. El ejercicio físico ha pasado de estar incorporado a la actividad laboral a ser una actividad programada, para mantener la salud y prevenir enfermedades.

Según la Encuesta de Salud del 2001, realizada por el Ministerio de Sanidad y Consumo, los hombres, en general, hacen más actividad física que las mujeres. Entre los jóvenes, los chicos hacen actividad física para medir su resistencia y potencia, y para liberar estrés y divertirse; las chicas, en cambio, para hacer ejercicio y mantener la figura. Entre el 81% y 86% de los chicos menores de 18 años practica deporte para divertirse, mientras que entre el 63 y 70% de las chicas lo hace para mantener o mejorar la estética del cuerpo. A partir de los 18 años, el porcentaje de chicos y chicas que practica deporte desciende y la actividad física se suele llevar a cabo en los gimnasios.

Según la misma encuesta, en España, sigue habiendo una alta tasa de sedentarismo, ya que el 70% de las personas adultas hace poca actividad física.

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Condiciones ambientales
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Además de los patrones posturales, las condiciones del entorno influyen en el movimiento. Así, por ejemplo, una temperatura ambiental cálida tenderá a relajar el tono muscular y los movimientos serán más lentos. Pero cuando la persona siente frío, aumenta su tono muscular y adopta una postura tensa.

 

Las condiciones del entorno también pueden afectar la mecánica corporal. La tecnología ha propiciado un entorno artificial lleno de objetos y herramientas para mejorar el bienestar. Las personas tienen que adaptar sus movimientos para utilizar estas herramientas y objetos, lo que puede conllevar un mal uso de la estructura y la función musculoesquelética. Los movimientos y posturas que se llevan a cabo en el ámbito laboral, doméstico y de ocio se asocian, muchas veces, a secuencias no adecuadas para la mecánica corporal, por ejemplo, levantar pesos, levantar objetos desde el suelo repetidamente, contorsionar el cuerpo al levantar un objeto, estar de pie de forma prolongada, hacer estiramientos forzados para alcanzar un objeto, hacer flexiones estáticas del tronco, etc. Muchos de estos movimientos se hacen de forma automática y provocan un esfuerzo importante de algunos grupos musculares; tensiones en los músculos y ligamentos, y una mayor carga sobre ciertos huesos, ligamentos y tendones, que puede producir dolor, fatiga muscular y deformidades.

Un alineamiento corporal y una mecánica corporal inadecuados son algunas de las causas de las molestias en la espalda. Los profesionales de la salud planifican programas educativos sobre cómo realizar movimientos, cómo coger y trasladar objetos y pesos y qué posturas son las más adecuadas para sentarse, tanto en el ámbito laboral como en el doméstico. Una buena mecánica y un alineamiento corporal correcto requieren menos esfuerzo muscular para moverse y mantenerse, y logran minimizar la tensión en los músculos, los ligamentos y los huesos.

 

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Última modificación: 21/02/20 11:47h

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yami 01 de Abril de 2022
cuidado del cuidador
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