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Información general

Descripción
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Alimentación: consiste en la obtención, preparación e ingestión de los alimentos.

Nutrición: es el proceso a través del cual los alimentos ingeridos se transforman y se asimilan, es decir, se incorporan al organismo.

Los alimentos proporcionan los nutrientes que permiten cubrir las necesidades del organismo.

Existen seis clases de nutrientes que el cuerpo necesita: los hidratos de carbono, las proteínas, las grasas, las vitaminas, los minerales y el agua. Es importante consumir esos seis nutrientes para mantener una función corporal adecuada. En el caso de los niños y los adolescentes, es imprescindible seguir una alimentación adaptada a las necesidades específicas de cada etapa de su desarrollo, para facilitar un óptimo crecimiento físico y mental, evitar que tengan carencias. excesos o desequilibrios nutricionales e iniciar la prevención de problemas de salud crónicos asociados a la alimentación en su vida adulta.

 

Ahora bien, el acto de comer, además de ser un proceso nutritivo, tiene connotaciones importantes de convivencia, proporción de placer, relaciones afectivas y de comunicación, identificación social, cultural y religiosa, etc, que a la larga configura el comportamiento alimentario y que repercuten en el estado de salud de la persona.

En este sentido, también es conveniente que la educación alimentaria prevea el conocimiento y el aprovechamiento de la gran variedad de productos y preparaciones propios de nuestra cultura. Así, conviene potenciar la dieta mediterránea, considerada una de las más saludables y sostenibles del mundo: favorecer el consumo de frutas frescas y hortalizas de temporada, legumbres, frutos secos, cereales integrales, aceite de oliva virgen, lácteos sin azucarar y pescado y huevos por encima de la carne y evitando cualquier tipo de bebidas azucaradas. Los alimentos deberían ser frescos o mínimamente procesados, de producción local y de venta de proximidad y temporada. La dieta mediterránea también da mucho valor a las actividades culinarias y gastronómicas, las de aprovechamiento, relacionadas con la reducción del desperdicio alimentario, la estacionalidad, las comidas familiares o en compañía y la adopción de hábitos alimentarios estructurados: reparto de la ingesta diaria en distintas comidas, moderación en las cantidades y adecuación de las raciones a las necesidades individuales ya la sensación de hambre, etc.

Pero además, hay que tener presente que el patrón alimentario (el tipo y la cantidad de alimentos que una persona consume), la forma en que se produce, distribuye o se compra y también, lo que se desperdicia, constituye un importante determinante de la salud humana y de la sostenibilidad ambiental. Por tanto, las recomendaciones de consumo de alimentos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero incluyen menos carne y productos lácteos, más vegetales frescos de producción local y de venta proximidad y de temporada y menos alimentos ultraprocesados.

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Evolución y breve historia
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La historia de la alimentación está estrechamente relacionada con la evolución del ser humano. Todos los seres vivos necesitan alimentarse para vivir. Los hábitos alimentarios del ser humano han ido variando para poder adaptarse al medio en el que se encontraba. El tipo de alimentos que ha tenido que comer para sobrevivir ha cambiado a lo largo del tiempo, porque se ha visto obligado a comer aquellos que tenía más próximos y eran más fáciles de conseguir con las pocas herramientas que tenía.

La enorme capacidad de adaptación del ser humano al medio y a las circunstancias hace que aparezcan diferentes modos de alimentarse en las distintas sociedades. Además, esto hace que los hábitos alimentarios de una población no sean estáticos sino adaptables a las lógicas variaciones de su entorno vital.

 

Del siglo XV a principios de XIX es cuando se fijan las principales costumbres alimentarias de la mayoría de los países europeos, costumbres que actualmente se conocen como cocina tradicional. 


En estos siglos la alimentación era prácticamente la misma en España, Alemania, Inglaterra o Francia. El 60 % de la ración calórica de toda la ciudadanía europea de clases bajas era la misma: pan y harinas de cereales. El pan se comía acompañado con muy poca cantidad de tocino, salazón, cebolla, ajo, aceite o cualquier otro producto que le diera un complemento de sabor o que disminuyera su sequedad. El pan que consumía el pueblo era siempre de aspecto negro o moreno, ya que para elaborarlo no se utilizaba trigo, sino otros cereales integrales. Sin embargo, las clases aristocráticas tomaban el pan blanco de trigo.

El plato por excelencia de la mayor parte de las familias de la clase popular era la sopa y su acompañamiento: el cocido. Esta comida fue casi el único plato de la alimentación diaria desde la Edad Media hasta mediados del siglo XVIII.

El pueblo comía muy poca carne, generalmente sólo en fiestas señaladas o celebraciones familiares. La carne que más se utilizaba era la de ave o caza menor, seguida por la de cerdo, que era la preferida por la facilidad para conservarla.

En cuanto a la bebida, complementaban la dieta con agua y, en la zona mediterranea, con vino. En las fiestas se consumía vino piment (con especias y miel o azúcar) o vino dulce tipo moscatel. En las regiones del norte de Europa consumían cerveza y hidromiel (bebida alcohólica fermentada a base de miel y agua). En la parte atlàntica de Europa se bebía sidra.

Los productos de huerta se consumían solamente en la estación en que se producían, y generalmente eran poco valorados.

A diferencia del pueblo, las clases altas basaban su alimentación en el consumo de carnes, cocinadas de diversas formas, y en la repostería. Durante el período que va desde el siglo XV hasta inicios del XIX, se produjeron importantes transformaciones en la mesa de las clases acomodadas, algunas de las cuales han pervivido hasta la actualidad. Los cambios que pueden considerarse más significativos son un refinamiento en la preparación y la presentación de los alimentos, la aparición de la mantequilla como grasa fundamental en la cocina de países del centro y el norte de Europa y, por último, la progresiva desaparición de las especias, tan presentes en la Edad Media, y su sustitución por nuevas formas de sazonar y salsear los alimentos.

 

Alimentación en la época actual en el Primer Mundo

A menudo se afirma que ha habido mayores cambios sociales y, en particular, mayores cambios en el modo de alimentarse de un país en los últimos 50 años que en todos los siglos anteriores.

Los avances socioeconómicos y los cambios técnicos que ha habido en todos los puntos de la cadena de producción de alimentos (agricultura, ganadería, producción, almacenamiento, venta…) han difundido y puesto al alcance de todos aparatos eléctricos, productos y modos de consumo impensables hace simplemente dos décadas. Sobre todo debido a la creciente mecanización.

Las sociedades modernas de los paises ricos se caracterizan por la posesión, en sectores mayoritarios de la población, de más alimentos de los que pueden consumir, una mayor longevidad junto a una disminución de la mortalidad infantil, y el aumento de la mecanización, con la consiguiente disminución del trabajo físico y de las necesidades energéticas.

La forma de alimentarse en España ha variado sustancialmente. El hecho de disponer de una mayor oferta de alimentos, aunque mucho más transformados y procesados, en detrimento de los productos frescos sin elaborar, ha contribuido a este cambio, además de un mayor poder adquisitivo y de las transformaciones sociales. En conjunto se podría decir que la sociedad española consume en la actualidad gran cantidad de proteínas (una media de 74,5 ± 22,4 g/día, según el estudio ANIBES), ha disminuido el consumo de hidratos de carbono (ingesta media de 185,4 ± 60,9 g/día) y ha aumentado de forma importante la ingesta de grasas (ingesta media de 78,1 ± 26,1 g/día).

 

Alimentación infantil

Hasta los siglos XVIII y XIX, son muy escasas las referencias relacionadas con la alimentación en la infancia. Cuanto más se retrocede en el pasado, más bajo es el nivel de un cuidado y una alimentación específicos para la infancia. Los niños estaban expuestos a una muerte violenta, el abandono, las enfermedades y la malnutrición. Hay muchos interrogantes sobre la evolución de la infancia en los diferentes países, culturas, clases sociales y familias. Sin embargo, se conocen los cambios de valores y comportamientos en cuanto a como se han criado las criaturas en la historia del mundo occidental.

Los primeros hechos objetivos datan de los períodos egipcio y grecorromano, en los que la base de la alimentación de los niños pequeños era la lactancia materna, proporcionada por la madre –como era común en las clases pobres– o por una nodriza –como era frecuente en las familias de clases sociales altas–. En estos casos la criatura vivía en casa de la nodriza, quien también se encargaba de su educación hasta la pubertad, momento en el que volvía con su familia y pasaba a ser educada por un pedagogo.

En los casos en que no era posible la alimentación con leche humana, se recurría a la leche de vaca; con adaptaciones para que no resultara nociva, como la dilución de ésta con agua; las de cabra u oveja se reservaban para la preparación de remedios y medicamentos.

Tras la lactancia o en caso de que el destete fuese temprano, en las familias ricas se alimentaba a los niños con pan mojado en caldo de carne, o con papillas de harina, manteca y leche diluida. Sin las adecuadas condiciones higiénicas y de conservación, utilizar leche de vaca tenía más riesgos que ventajas, y más teniendo en cuenta que la leche no se hervía, ya que se pensaba que se destruían sus propiedades nutritivas, por eso las enfermedades digestivas eran frecuentes.

En el caso de las familias pobres, la alimentación de los niños incluía legumbres, queso, frutas y, en pocas ocasiones, leche, por lo que el riesgo de tener problemas digestivos era menor; sin embargo, tanto en uno como en otro caso la nutrición de los niños era deficiente, con la consecuencia de una elevada tasa de mortalidad neonatal e infantil.

Estas costumbres están presentes hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando los poderes públicos comienzan a ocuparse de la infancia. Se reconocen las necesidades especiales de los niños, lo que hace evidente que no son personas adultas pequeñas sino seres vulnerables en proceso de crecimiento y maduración. Se inicia una tendencia a la lactancia mixta, utilizando biberones de metal y más tarde de vidrio, ya que consideraban que la alimentación con leche materna exclusiva provocaba la pérdida de peso fisiológica del recién nacido en sus primeros días de vida, temían una subalimentación, ya que no se sabia la cantidad de leche ingerida cada vez que se mamaba, y consideraban que el destete era más fácil, porque el bebé ya estaba acostumbrado al biberón.

En cuanto a la alimentación de los niños a partir de los dos años o de los adolescentes, no hay constancia de referencias específicas. Cuando acababa el período de lactancia y la criatura podía masticar, su alimentación era igual a la de los adultos.

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Objetivos
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La alimentación juega un papel muy importante durante la infancia y la adolescencia, no sólo para el crecimiento, la maduración y el mantenimiento del estado de salud adecuado, sino porque es cuando hay que establecer unos hábitos alimentarios adecuados que se mantendrán toda la vida. Cada etapa de la vida tiene sus particularidades y necesidades a las que se tiene que ir adaptando la alimentación. La infancia se caracteriza por ser la etapa donde hay mayor crecimiento físico y desarrollo psicomotor, y la adolescencia por ser la etapa en la que se producen los cambios puberales y el desarrollo físico. Eso significa que la alimentación no solamente tiene que proporcionar energía para mantener las funciones vitales, sino que tiene que cubrir unas necesidades más grandes relacionadas con el crecimiento y la maduración.

Por tanto, la alimentación en estas etapas debe responder a cuatro objetivos: 

  • Aporte adecuado de energía y nutrientes para un crecimiento y desarrollo óptimos. 
  • Evitar desequilibrios entre los distintos nutrientes. 
  • Fomentar hábitos alimentarios saludables. 
  • Prevenir patologías del adulto con base nutricional.

En este período es importante favorecer las condiciones que permitan la adquisición progresiva de unos hábitos alimentarios saludables y una buena relación con la comida. 

 

Si se quiere que los niños y adolescentes, al llegar a la edad adulta, tengan hábitos alimentarios saludables, propios de su cultura e influidos por sus propios gustos, se les debe ofrecer alimentos saludables variados. En la infancia y la adolescencia se conocen los alimentos y sus diferentes combinaciones a través de la gastronomía de la familia y las experiencias sociales (comidas con amistades, comedor escolar, etc.), de forma que la criatura irá mostrando sus preferencias. Es difícil que una criatura aprenda a comer bien si no ha entrado en contacto con una alimentación saludable. Por eso, igual que se transmiten pautas de higiene personal, deben favorecerse las condiciones que permitan la adquisición progresiva de unos hábitos alimentarios saludables y sostenibles y una buena relación con la comida. Esta etapa puede ser una buena oportunidad para mejorar los hábitos alimenticios de toda la familia, ya que dar un buen ejemplo en la mesa y compartir los ratos de comida son una oportunidad privilegiada e imprescindible para establecer un vínculo y buenos hábitos de salud. En este sentido, las comidas en familia, con el ejemplo que ofrecen los padres y madres o las figuras de apego y relación cotidiana, son unos espacios y momentos privilegiados. El rato de comida posibilita y favorece el contacto y la comunicación y afloran sentimientos, emociones, sensaciones, necesidades, etc. El acompañamiento de las comidas de los niños, por tanto, también incluye el cuidado del marco relacional, el trabajo de los aspectos vinculados a la educación alimentaria y la autonomía, así como la gestión de los posibles conflictos derivados del acto de comida.

Consejos de salud: Alimentación saludable / recomendaciones

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Recomendaciones generales
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Para proporcionar una alimentación saludable desde los primeros años y sentar unas bases nutricionales saludables para el resto de la vida del niño/adolescente, se recomienda:

  • Garantizar una alimentación suficiente. El niño debe comer la cantidad adecuada para cubrir sus necesidades de acuerdo con su edad biológica y su actividad física. La responsabilidad de las personas adultas es ofrecer una alimentación segura y saludable a los niños y establecer qué, dónde y cuándo come el niño, pero deben dejar que éste participe en la decisión sobre las cantidades (qué alimentos comerá y qué cantidad de lo que se ha ofrecido), puesto que es capaz de regular su ingesta calórica, que además cambia de una comida a otra. Por eso, se deben individualizar las cantidades y se deben ofrecer raciones de alimentos adaptadas a la edad y a la sensación de hambre y saciedad expresada por el niño y se debe evitar insistir o forzar para que se acabe el plato.
  • Proporcionar una comida de calidad tanto desde el punto de vista nutricional como desde criterios higiénicos, sensoriales y educativosEn este sentido, es necesario potenciar la adquisición de hábitos higiénicos como el lavado sistemático de manos, fomentar las normas de comportamiento y la correcta utilización del material y del cubierto, así como promover la autonomía y los aspectos sociales y de convivencia de las comidas y favorecer la participación de los niños.
  • Promocionar el consumo de verduras, frutas, hortalizas, legumbres, frutos secos, cereales integrales (arroz, pasta, pan…) y aceite de oliva virgen, frescos o mínimamente procesados, ya que estos alimentos deben ser la base de la alimentación. Para beber lo más recomendable es el agua.
  • Moderar el consumo de carne, pescado y huevos, alternando a lo largo de la semana. De la carne, escoger preferentemente carne blanca y no procesada, y limitar la roja a un máximo de 2 veces a la semana.
  • Evitar los alimentos malsanos, riscos en azúcares, sal y grasas: bebidas azucaradas y zumos, embutidos y carnes procesadas, patatas chips y snacks salados, golosinas, bollería, postres lácteos, galletas, platos precocinados, etc. 

 

  • Alimentación regular. Es necesario que el niño siga un orden en el horario de sus comidas para evitar que caiga en el hábito de picar entre horas. Es importante evitar que se salte alguna de las comidas principales (por ejemplo, la cena).
  • Garantizar las comidas en família y dar ejemplo, intentando que se compartan los mismos alimentos, horarios y preparaciones. Hay que tener presente que el ejemplo y el modelo que ofrecen las personas adultas es clave en la configuración de las preferencias y de los hábitos alimentarios. Además, comer con las figuras de apego y de relación cotidiana facilita espacios privilegiados para la comunicación, el intercambio, el contacto y el cariño. 
  • Fomentar la identificación, el descubrimiento i la aceptación progresiva de los diferentes alimentos y platos, educando al niño en el placer de comer saludable y con moderación.

 

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Última modificación: 30/01/25 14:36h

Comentarios

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Jefer114430x 15 de Marzo de 2021
Muy buena informacion
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